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Como cada final de semestre, detallando maquetas y repasando argumentos, llega el día de la presentación final de los proyectos de la Cátedra Blanca CEMEX-ITESM. Esta exposición es abierta al público en general y asisten maestros, papás, alumnos, académicos, egresados del Tecnológico del Monterrey y, en ocasiones, hasta políticos y empresarios. En una noche como ésa, existe cierta energía que ha ido acumulándose durante el semestre y que culmina en una presentación donde no sólo se expone un proyecto, sino que también se plantean ideas, argumentos, teorías y motivos.


Lo que más recuerdo de la presentación de la Cátedra Blanca 14 es ver llorar a una joven arquitecta EXATEC del público. Pudo haber sido por la vocación social del proyecto, en torno a la rehabilitación de unas estructuras abandonadas en el Cerro de la Campana, una de las zonas más marginadas de Monterrey, o tal vez por el emotivo discurso de Agustín Landa Vértiz acerca del valor social de la arquitectura, la importancia de la dedicación y de la arquitectura como profesión.


La Cátedra Blanca es sinónimo de esta emoción hacia la profesión, hacia el mundo construido, hacia el quehacer arquitectónico. Y la emoción de sus maestros es genuina, contagiosa y se percibe tanto en su forma de hablar de la arquitectura como en su forma personal de ejercerla. Al recorrer nuevos edificios me doy cuenta de que hacen falta más maestros que repitan mil veces a sus estudiantes de arquitectura preceptos como “la estructura es la que rige y pone orden, y este orden otorga dignidad”. Faltan profesores que digan que no existe el hilo negro, por lo que la única forma de llegar a soluciones es trabajando con “colchoncitos de papel y aceite de codos”. Frases así le escuchábamos a Agustín, como él las había escuchado años atrás de su padre, Agustín Landa Verdugo, y siguen presentes ahora con su hijo, Agustín Landa Ruiloba. Las coreábamos como mantras y, semestre con semestre, se reescriben en los pizarrones del salón. Formar parte de la Cátedra Blanca es una oportunidad no sólo académica, es formar parte de una hermandad, enraizar muy profundamente estos preceptos que te llevan al corazón del proyecto.

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Creo que existe una particularidad que vuelve la Cátedra Blanca tan especial: una gran congruencia entre lo estudiado y lo diseñado. Los casos de estudio no sólo sirven de cultura general, sino como referencias aplicables a situaciones o a problemáticas específicas. Las obras de Louis Kahn, James Stirling, Le Corbusier o Mies van der Rohe aquí no son estáticas e intocables. En ellas se ve cómo sus métodos de diseño pueden llegar a informarnos en el presente, cómo las tipologías han ido evolucionando para responder a diferentes programas. Y creo que en este libro se ve con toda claridad. Los proyectos presentados están resueltos con espacios organizados en servidos y servidores, con módulos de circulaciones separados de los volúmenes principales, con juegos de volúmenes primarios inscritos a otros y con estructuras que ordenan.

La Cátedra Blanca ha conseguido arraigar estos valores arquitectónicos en nosotros, sus egresados, además de impulsar la defensa de los proyectos con argumentos sustentados en ocasiones con terquedad. La materialización de nuevos espacios incluye procesos complejos; numerosas cosas pueden salir mal, pero permitirse quedar desalentado o llegar al cinismo de dejarlos así no ayuda. Por eso el rigor de la Cátedra Blanca anima a aprender a defender ideas y a trabajar en equipo, siempre colaborando, hablando y discutiendo con un lenguaje común y sentido crítico.


En la Cátedra Blanca se habla mucho de orden y legibilidad, pero también de luz y de búsqueda del silencio. Luis Barragán lo describía como serenidad, intimidad y asombro; Louis Kahn como el equilibrio entre silencio y luz, Alberto Campo Baeza como la suspensión del tiempo. Considero que el desarrollo de esta capacidad de la arquitectura de fascinar y provocar este silencio debe ser el fin de toda arquitectura, sin importar estilo ni materiales. La Cátedra Blanca en ese sentido ha sido guía y norte, pues nos ha permitido aproximarnos a este anhelo que tiene la arquitectura de permanecer en la memoria de las personas con el paso de los años.

ORDEN UNIDAD SISTEMA 15 años de la Cátedra Blanca
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Prólogo por Mabel Zertuche Garza
Hacia el corazón del proyecto.
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